Ha pasado una semana desde que prometí dejar de fumar y, la verdad, ya me di cuenta de que no puedo cumplir esa promesa. Durante esa semana no pude escribir nada. Las palabras no fluían, no conseguía ligar dos oraciones. Además la desesperación me ganaba, se apoderaba de mí y no me permitía razonar.
Siempre había necesitado el cigarro para poder escribir, bien o mal, y eso lo note el día que tenía que entregar un cuento para una clase y no me legaban las ideas, así que salí de casa con mi cuaderno y mi pluma, fui a la tienda y compré dos cigarros y unos chicles, me senté en una banca del parque que esta frente a mí casa, prendí un cigarro y comencé a escribir: “La oscuridad reinaba sobre la calle solitaria por la que sólo transitaba el alma de un hombre que llevaba la cabeza gacha mientras fumaba un cigarrillo”. Ese hombre era yo y de ahí en adelante todo se fue dando, las palabras, las oraciones, los párrafos y ara terminar el escrito le imprimí el sello violento que no puede faltar junto a la presencia de la muerte.
¿La muerte? Sí la muerte es un paso seguro y el no fumar no va a cambiar nada aunque muchos digan que al menos uno debe tener una muerte digna y ahora me pregunto ¿Acaso hay muertes dignas? Yo creo que la muerte no es digna en ningún sentido. ¿Qué hay de digno en morirse mientras se esta comiendo o de alguna enfermedad?
La muerte es como “La filosofía de la caca” cuando te llega…ni pedo.
Hay veces que me preocupa seguir fumando sobretodo después de un percance que sufrí en el cual me empezó a doler el pecho y batallaba para respirar, afortunadamente todo fue un susto, o eso creo yo, desde entonces trate de no fumar demasiado y me puse una meta: sólo fumaría cuatro cigarrillos al día y lo he cumplido pero hace una semana quise probar mi fuerza de voluntad y prometí no fumar pero esta promesa sólo duro una semana por que al no aguantar más la ausencia del tabaco decidí ir a la tienda y comprar un cigarro y tal era mi desesperación que le revente al que atendía por que no me los quiso vender por que no traía la credencial de elector. Así que tuve que regresar a mí casa por ella y la busque desesperado, no la encontraba, tire libros, saque la ropa, abrí todos los cajones y al final la encontré en la mochila, la agarré y fui corriendo a la tienda y le volví a reventar al que atendía pero por fin me vendió los cigarros y me fui al parque a fumar, a gusto, sin que nadie nos molestase, éramos sólo el tabaco y yo y no existía nada a nuestro alrededor.
Cuando acabe de fumar, regrese a casa y agarre mi cuaderno y me puse a escribir no sin antes encender otro cigarrillo para inspirarme ¿Y, ahora qué podía escribir? Un cuento homicida tal vez o mejor aún un diario homicida ¿Porqué homicida? Por que se lo dedico a mi bendito vicio que un día me puede mandar al más allá pero mientras hay que disfrutar de este placer que nos otorga la naturaleza.